Reflexiones del trabajo a distancia
Roberto Balam Espinosa Morales
La suspensión de actividades académicas a partir de marzo del 2020 llevó a la comunidad estudiantil, así como al profesorado universitario, a experimentar un desplazamiento hacia la virtualidad. Tal desplazamiento subrayó las enormes desigualdades tecnológicas que le impiden a un amplio sector del estudiantado permanecer inscritos en el nivel medio superior o superior, cumplir apropiadamente con los programas de estudio o seguir cotidianamente con sus clases y otras actividades escolares.
Por otro lado, la necesidad de encontrarse la mayor parte del día frente a una computadora, aunado al aumento significativo de la carga de trabajo, dada la ampliación indefinida del horario de clases, ha impulsado un notable desgaste físico y emocional que repercute directamente en la calidad del aprendizaje, esto sin considerar las situaciones lamentables que muchas familias han experimentado a causa de la crisis sanitaria.
Las licenciaturas con altos requerimientos de aprendizajes prácticos han experimentado considerables desafíos para la obtención de perfiles de egreso satisfactorios. Este es el caso de todas las áreas de especialización de la licenciatura en Antropología, recientemente inaugurada en la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual contempla la realización obligatoria de trabajo de campo en cuatro asignaturas de contenido práctico.
Para la segunda generación de lingüística de la licenciatura antes mencionada, la pandemia de COVID – 19 impidió la realización de las prácticas de campo correspondientes a la especialidad, lo cual generó gran incertidumbre al tratarse de uno de los pilares formativos y gremiales. En este contexto se enmarca la realización del PAPIME Métodos para la documentación y obtención de datos lingüísticos en lenguas nacionales en riesgo: un acercamiento al chichimeco jonaz (PE405120).
Este proyecto PAPIME se desarrolló como una estrategia para suplir la ausencia de prácticas de campo esenciales para la labor antropológica y lingüística. Como ejercicio extracurricular, la planeación del proyecto otorgó periodos prolongados de tiempo para completar las distintas actividades en el entendido del desgaste que representa cursar siete asignaturas, así contempladas en el plan de estudio, en un formato que optó por emular las aulas presenciales a partir de videollamadas y/o transmisión de video.
A través de una serie de cuestionarios previamente elicitados, se procedió a su transcripción fonética y análisis morfosintáctico para después discutir los resultados conjuntamente. Cada estudiante tuvo a su cargo un cuestionario, para cuyo estudio contó con la asesoría directa de las profesoras responsables del proyecto, quienes cuentan con una amplia experiencia en los tópicos desarrollados a lo largo de la investigación. Las reuniones relativamente mensuales permitían evaluar los avances, proponer nuevas actividades y expresar dudas, tanto prácticas -uso de diversos softwares, almacenamiento de datos- como teóricas.
Aunque notables procedimientos de la investigación no pudieron ser realizados, particularmente aquellos que implican contacto con las comunidades hablantes, como la aproximación etnográfica o la recolección propia de corpus, considero exitoso el proyecto PAPIME arriba descrito, como mecanismo para la adquisición de experiencia en la investigación académica. En añadidura, el trabajo colaborativo entre estudiantes permitió el intercambio de ideas y mostró la relevancia de la organización grupal en aras de explicar cuestionamientos científicos.
Finalmente, a la fecha de escrito este documento, las condiciones sanitarias no se consideran apropiadas para la realización de prácticas de campo dada la persistencia de contagios por COVID – 19. Es altamente probable que esa situación se prolongue por un periodo de tiempo considerable, por lo que será necesario encontrar medios para desarrollar la práctica antropológica a distancia en formas que garanticen el aprendizaje y reflejen el compromiso comunitario. Me parece que proyectos como el descrito a lo largo de este texto pueden consolidarse como opciones para generar aproximaciones metodológicas que eventualmente conjunten el trabajo a distancia con el ejercicio de la lingüística comunitaria para de ese modo transitar a la nueva normalidad.
Reflexiones sobre un proyecto virtual de investigación lingüística
Miranda Amairany Flores Cházaro
Tras la llegada del SARS-COV-2 también conocido por todos como COVID-19 las actividades académicas se vieron afectadas de múltiples maneras, si bien en un comienzo se decidió parar, tras algunas semanas la educación se vio forzada a adaptarse de manera rápida a un entorno virtual. Este desplazamiento de las aulas al entorno virtual trajo consigo varias cuestionantes, no solo en niveles de educación superior sino desde los niveles básicos, una de ellas relacionada a la brecha que existía respecto al acceso a las tecnologías de la información y a la desigualdad de oportunidades que esto conllevaba educativamente. En el caso de la UNAM, los profesores se enfrentaron a la difícil tarea de adaptar la planeación de sus clases a un entorno virtual, de manera que la parte practica conllevaba un gran reto.
No solo en las aulas los profesores investigadores se vieron en la necesidad de adaptarse, también en los espacios de investigación, un ejemplo de esto es el proyecto “Métodos para la documentación y obtención de datos lingüísticos en lenguas nacionales en riesgo: un acercamiento al chichimeco jonaz” proyecto que tuvo que desarrollarse completamente de manera virtual, ya que la pandemia no fue impedimento para cumplir con los objetivos de este.
Las profesoras investigadoras titulares del proyecto buscaron nuevas herramientas y dinámicas para poder acercar a los estudiantes a la documentación e investigación lingüística, de manera que se realizaron algunos cambios como que en un inicio se planteó recolectar datos de primera mano del chichimeco jonaz (lengua otomangue hablada en Guanajuato) a través de distintos métodos de recolección, incluidos cuestionarios especializados. Sin embargo, tras la pandemia y suspensión de todas las actividades académicas, de manera que se hizo imposible iniciar el trabajo de campo en las comunidades de Guanajuato. Si bien, el acercamiento al tema, estímulos e incluso a las lenguas podía darse de manera virtual, la documentación era un gran reto debido a que en muchas comunidades indígenas la conectividad a internet es nula o mala o nula, por lo que tampoco se pudo recolectar datos a través de este medio.
De esta forma, y con la finalidad de concretar tanto los objetivos del proyecto como de complementar la formación de los estudiantes, las responsables del proyecto decidieron utilizar materiales previamente documentados en el proyecto “Marcación no-canónica y otros aspectos de la estructura argumental en yaqui; adecuaciones descriptivas y tipológicas” (PAPIIT IN400919). A partir de la base de datos de ese proyecto, se seleccionaron datos sobre expresiones locativas del o’dam (tepehuano del sur) y wixárika (huichol), recolectados mediante los estímulos BowPed (Bowerman y Pederson, 1992), Serie visual para verbos posicionales (Ameka y otros, 1999) y DELOCA (Guerrero, en prensa) en varias temporadas de campo en el año 2019, con tres colaboradores por lengua: 3 hombres y 3 mujeres.
De manera que, el COVID-19 llevo tanto a las responsables del proyecto a adaptar la enseñanza del análisis lingüístico a un formato virtual, buscando nuevas herramientas y formas didácticas. En total, se llevaron a cabo 14 reuniones durante el 2020, vía Zoom, en las que con ayuda de las profesoras responsables se revisó bibliografía sobre el dominio espacial en las lenguas del mundo, aspectos gramaticales de las lenguas, así como aspectos etnográficos. Además, se llevo a cabo transcripción, segmentación y etiquetado de textos en ELAN y Excel, datos que posteriormente serian sistematizados y analizados.
Aunque si bien, para la formación de un antropólogo lingüista el trabajo de campo es fundamental, la pandemia imposibilito el mismo, de manera que durante las reuniones se brindaron contenido y bases sobre el quehacer de la lingüística antropológica, se fomentó el trabajo colaborativo y consolido el conocimiento lingüístico de los estudiantes. Comparándolo con la experiencia previa del proyecto “Nuevas metodologías para la obtención de datos lingüísticos en campo: un acercamiento a la documentación de la lengua Náhuatl del oriente de Puebla”, proyecto desarrollado antes de la pandemia, considero que ambos cumplen con el objetivo formativo como estudiantes, ya que mientras uno se centró en enseñar a los estudiantes mediante la practica durante la documentación de una lengua en altamente amenazada como lo es Náhuatl del oriente de Puebla, el proyecto “Métodos para la documentación y obtención de datos lingüísticos en lenguas nacionales en riesgo: un acercamiento al chichimeco jonaz” dio a los estudiantes las herramientas metodológicas necesarias para analizar cualquier lengua, mediante un entorno práctico un tanto diferente, ya que se tuvieron que buscar nuevas estrategias didácticas como el uso de bases de datos previas.
A mi parecer, como estudiante miembro de ambos proyectos, estos se complementan, ya que mientras uno se centro en la documentación de la lenguas náhuatl, el proyecto “Métodos para la documentación y obtención de datos lingüísticos en lenguas nacionales en riesgo: un acercamiento al chichimeco jonaz” se centro debido a la pandemia en la elección de los estímulos, y en el análisis de los datos lingüísticos pertenecientes a la base de datos del proyecto “Marcación no-canónica y otros aspectos de la estructura argumental en yaqui; adecuaciones descriptivas y tipológicas” (PAPIIT IN400919). De manera, que ambos proyectos brindaron herramientas básicas necesarias y conocimientos indispensables para un antropólogo lingüista a los estudiantes.
Reflexión Proyecto PAPIME
Diego Brayan López Prieto
La formación de científicos sociales debe ser un proceso cercano de educación, que responda y corresponda a las problemáticas actuales globales y locales. Desde la antropología lingüística, una de las preocupaciones del siglo 21 es la pérdida de diversidad lingüística, nunca en la historia de la humanidad ha habido una pérdida de lenguas originarias de la mano de una marginalización de sus hablantes como la que hay hoy en día.
Como es natural el currículo universitario no alcanza a cubrir de forma integral todas estas temáticas de interés. Es por ello que este proyecto ha sido esencial en mi formación, me ha ayudado a complementar y reforzar los conocimientos teóricos de la disciplina a la par de poder trabajar con datos de lenguas nacionales de la familia yutoazteca: huichol y tepehuano. Lo anterior, me permite familiarizarme con los distintos sonidos y mecanismos gramaticales de nuestra riqueza lingüística.
De igual forma, se ha prestado como un espacio de reflexión sobre nuestro quehacer científico sobre todo a la hora de no poder realizar campo, por lo que se generaron alternativas que nos permitieran seguir aportando a la esencial tarea de la documentación, de esta forma pudimos aprender el uso de estímulos y el manejo de software (como ELAN) para la transcripción y sistematización de datos lingüísticos, siempre con miras colaborativas entre nosotros como estudiantes, las profesoras investigadoras y las comunidades de hablantes.
En mi experiencia lo que más he aprendido en este proyecto PAPIME es darme cuenta que queda mucho por hacer para documentar y preservar la diversidad lingüística del país y de la humanidad en general. Estas enseñanzas me han permeado de tal manera que decidí enfocar mi proyecto de licenciatura en seguir documentando el tepehuano del sureste desde una perspectiva de la Antropología de las emociones.
Reflexiones y experiencias estudiantiles en un Proyecto PAPIME
Laura Patricia González de la Rosa
No importa cuándo, dónde o cómo; participar en un proyecto de investigación cuyo propósito sea analizar lenguas mexicanas en riesgo significa ser partícipe de un reto. Como lingüista es necesario tener claro cómo registrar y almacenar datos en campo, encontrar los colaboradores idóneos con los cuales podamos construir conocimiento en conjunto, contar con nociones básicas de antropología y etnografía y un largo etcétera.
Imagínese usted ahora enfrentar todos estos retos en medio de una pandemia mundial causada por un virus con el cual el genoma humano nunca había tenido contacto… Pues bueno, eso fue lo que pasó durante este proyecto PAPIME.
A pesar de estar pasando por uno de los momentos de crisis más inusuales en la historia moderna, se creó un pequeño aunque diverso equipo conformado por tres investigadoras increíbles, dos estudiantes egresados de la licenciatura en lingüística y alrededor de doce estudiantes de antropología lingüística que tenían el propósito inicial de hacer documentación de construcciones locativas en chichimeco jonaz a partir de estancias de campo.
Ahora, a poco más de año de que empezó el confinamiento en México (y en el mundo) y casi un año de que empezamos el proyecto; me doy cuenta que quizá nuestro equipo no tuvo que enfrentar todos esos retos que los lingüistas enfrentan cuando van a campo o cuando están en un proyecto de investigación con el tiempo encima. Tuvimos que enfrentar un reto completamente diferente, uno nunca antes pensado por ninguno de nosotros: investigar y analizar lenguas en tiempos de pandemia.
En mi experiencia personal, analizar lenguas de esta manera es la que conozco, dada mi poca experiencia en la especialización como lingüista en la carrera de antropología. Nunca he hecho estancias de campo y, a pesar de que sé que es una enorme deficiencia en mi formación como lingüista, he estado trabajando en tratar de resignificarlo.
Recuerdo mucho escuchar a más de un docente hablar de la añoranza de salir a elicitar y registrar datos en la comunidad donde trabajaban. Y pienso que, afortunadamente no fue mi caso ni el de mis compañeros. Nuestra ventaja fue que era prácticamente imposible extrañar algo que no conocíamos, como el campo. No podíamos guiarnos en los manuales porque muchos simplemente no se habían planteado siquiera el problema al que nos estábamos enfrentando. Quiero pensar que, nuestra nula experiencia en campo, la emoción por trabajar con wixárika y la incertidumbre nos brindó la libertad para trabajar con lo poco que teníamos como pudiéramos, experimentar y pensar nuevas estrategias. Este proyecto me ayudó mucho porque, contra todo pronóstico, me demostró que éramos capaces de llevarlo a cabo, cuando más ánimos y esperanzas me faltaban.
Y aunque no fue sencillo, pero posicionar la flexibilidad y la adaptación como ejes centrales para el desarrollo del proyecto en momentos de crisis, fue la única opción que teníamos y resultó.
El desarrollo del proyecto en un contexto como este me enseñó muchas cosas, pero definitivamente me quedo con (entre muchas otras cosas) la importancia de mantener nuestros datos disponibles y claramente sistematizados; ya que el hecho de que el corpus haya contado con estas condiciones previas fue lo único que posibilitó que pudiéramos seguir en pie con el proyecto, aunque la lengua y las condiciones hayan cambiado. Y que el trabajo empático en equipo hace mucho más llevadera cualquier crisis.